Pedro Sánchez  que en 2 meses ha pasado  de ser desconocido a ser competitivo, además el más moderado de los tres candidatos, ha ganado la secretaría general del PSOE a Madina y Pérez Tapias, pero no sólo en votos, sino también en kilómetros, en sonrisas y en cercanía a los militantes, que ayer eran los llamados a rescatar al PSOE del hundimiento político. En esa medida la militancia socialista ha decidido encargar a Sánchez; madrileño de 42 años, diputado, economista, con francés e inglés, la tarea de liderar la recuperación de un partido al borde de la bancarrota.
Las inequívocas expresiones de unidad en torno al ganador y de fe en la remontada cerraron una jornada histórica que debería contribuir a cambiar los usos y costumbres de la política española.
La enorme diferencia de votos logrados en Andalucía por Sánchez respecto a Madina (61, 5% frente a 21,15%) explica, asimismo, el grave error que cometió el segundo cuando exigió conocer el origen de los avales. Se ganó la enemistad de Susana Díaz y cabreó innecesariamente a los militantes andaluces, a los que indirectamente estaba acusando de ponerse del lado de Pedro Sánchez por obediencia debida ha sido. sin duda, una de las claves de la campañaSin embargo, sería injusto y poco objetivo exagerar la influencia andaluza en la victoria de Sánchez, que ha ganado en las federaciones de los dos candidatos (País Vasco y Andalucía), además de en la suya (Madrid).
Quien dentro de unos días se convertirá en el nuevo secretario general del PSOE con todas las consecuencias (Congreso Federal Extraordinario del 26-27 de julio) ofreció ayer la inclusión de Madina y Pérez Tapias en las tareas dirigentes de un partido cuyas coordenadas no cambian: Laico, de izquierdas pero sin populismo ni demagogia y comprometido en la defensa de  los más débiles, según las palabras del electo secretario general que se declaró “enemigo de la desigualdad, la injusticia y la corrupción”, aunque su modelo de PSOE es el andaluz, que sabe mucho y negativamente de estas 3 cosas. Sánchez va a necesitar algo más que palabras para conseguir que el PSOE vuelva a consolidarse como pilar izquierdo de la centralidad del sistema. Y no lo va a tener fácil. De su atino o desacierto dependerá también buena parte del futuro de España.