viernes, 4 de septiembre de 2015

Europa es la esperanza a su esperanza.

La crisis migratoria en la que está inmersa Europa por los brutales conflictos armados en Siria, Libia o Túnez ha hecho a Europa en receptora del mayor éxodo migratorio desde la II Guerra Mundial y, aunque les ha costado a los dirigentes europeos, parece que por fin Europa está dando los pasos necesarios para el cambio de política que la ola de los refugiados exige. Hemos conocido que la Comisión Europea propondrá el reparto de 120.000 refugiados entre los 28 países miembros de la UE, los que sumados a los 40.000 propuestos anteriormente, sumarían un total de 160.000. La cifra, aunque considerable, es apenas una parte de todos los refugiados que habrán llegado este año a Europa. Pero, por supuesto, más importante que la cifra es el propósito de diseñar un mecanismo permanente, automático, equitativo y obligatorio de reparto. Para afrontar esta crisis con alguna garantía de éxito es preciso que los países miembros asuman la dimensión global del problema. Por ello, es positivo que el Gobierno español haya rectificado y anuncie que acogerá la cuota de refugiados que le corresponda.
Porque ningún país puede afrontar solo este desafío. Nos encontramos ante un enorme  reto para toda Europa, quizá mayor que la crisis económica que nos acechó, y no solo para los países de llegada, que lo son por su posición geográfica,  ni tampoco para los que, como Alemania, concentran el mayor número de peticiones de asilo, por haber sido hasta ahora más generosos que los demás. Solo en agosto Alemania ha recibido 104.000 solicitudes. Por mucho que sea el país con mayor capacidad económica y demográfica de Europa, es evidente que no puede ni debe asumir en solitario una avalancha que al finalizar el año podría alcanzar los 800.000 refugiados.Se podrá criticar mucho a Alemania, pero en esta crisis, está siendo todo un ejemplo a seguir. Tiene el mérito de no haber rehuido el problema y su autoridad moral es, en esta cuestión, indiscutible. No solo por la política de su Gobierno, con Ángela Merkel ejerciendo un liderazgo continental muy necesario; también por el compromiso de sus ciudadanos.
También, hemos de tener presente el importante auge de las ideas populistas y xenófobas en Europa que no están tardando en sacar rédito de la situación migratoria, para frenar su auge y la propagación de sus desmedidas ideas el mejor antídoto es una gestión comunitaria amplia, compartida y de largo alcance. No tengo duda de que no cabe otra actuación ante esto porque la alternativa es la disgregación política y el retroceso en avances en libertades como la libre circulación de las personas, para precipitarse hacia un escenario de nacionalismos amurallados y militarización caótica de las fronteras.
Europa ha de  hacer de la necesidad virtud; mirar a largo plazo y afrontar esta crisis como una oportunidad para avanzar en la unión y reforzarse.
Hemos de tener en cuenta que la tasa de población de la Unión Europea es baja (Con 507 millones de habitantes en 28 países) y necesitará a corto y medio plazo contingentes migratorios con los que apuntalar su economía, por tanto, los refugiados que llaman ahora a las puertas de nuestros continentes pueden contribuir a ese futuro, como los exiliados españoles contribuyeron al de México y otros países que les acogieron.
Muchos de los que llegan son jóvenes y preparados, además de familias con niños que saben que, desgraciadamente no podrán volver durante mucho tiempo a sus países de origen y que no se resignan a dar a sus hijos el horizonte sin futuro de un campamento de acogida. La esperanza de cientos de miles de personas asoladas por la guerra,  la miseria, la barbarie y la destrucción está en Europa y Europa puede construirse mejor y más fuerte siendo generosa con ellos.