viernes, 30 de abril de 2010

La solidaridad de la Iglesia Católica (Cáritas).

Mientras nuestro Gobierno esincapaz de tomar medidas que generen la confianza imprescindible para luchar contra la crisis, los ciudadanos confían en las instituciones vinculadas con la Iglesia Católica para recibir un apoyo imprescindible en las circunstancias actuales. La labor que Cáritas Española desarrolla a través de su programa de empleo al que acudieron en 2009 cerca de 96.000 personas, un 28,14 % más que el año anterior. Aunque la mayoría siguen siendo mujeres, personas con estudios básicos e inmigrantes no comunitarios, es llamativo el incremento notable de varones españoles. La Iglesia atiende a todos sin excepción y no establece requisitos de sexo, nacionalidad o cualquier otra circunstancia personal o social. Por eso, cuando Rodríguez Zapatero impulsa la política de laicismo radical al servicio de dogmas ideológicos e intereses partidistas debería ser consciente de la contribución de las instituciones religiosas a paliar los efectos de una situación dramática. En efecto, bajo los datos macroeconómicos se oculta el día a día de muchas personas especialmente vulnerables por sus circunstancias particulares. Cáritas no sólo les ofrece unas ayudas básicas, sino que también estimula su adaptación al medio social y las sitúa ante un horizonte de justicia y dignidad. Cumple así una función muy positiva que merecería ser reconocida por los poderes públicos, como ya lo es por el conjunto de la sociedad, al margen de prejuicios, partidismos e intereses particulares.
No se trata sólo de medidas concebidas exclusivamente para la protección de contingencias inmediatas, sino también de actividades formativas y de fomento de una economía social para la búsqueda de empleo a personas con dificultades para su inserción en el mercado laboral. Las administraciones públicas tienen el deber de contribuir al sostenimiento de estas actuaciones con una financiación razonable, pero también es obligado que reconozcan esa labor abnegada y eficaz. Allí donde no llegan el Estado, las comunidades autónomas o los ayuntamientos, la Iglesia sí lo consigue, alcanzando a las capas más profundas del tejido social. Es fácil de entender que esa necesidad responde al arraigo histórico, cultural y sociológico del catolicismo en España. Sin embargo, los sectores laicistas prefieren cerrar los ojos a la evidencia y actúan con notable desprecio y a veces con abierta hostilidad, hacia unas instituciones que son modelo de solidaridad. Yo confieso que soy una católica como se diría a medias, y mucha gente cuando hablamos sobre religión, me preguntan que como me atrevo a llevar un crucifijo colgado del cuello y como cumplo la penitencia de ir los fines de semana a escuchar la eucaristía, si yo no, lo reconozco, no creo en ningún versículo del Antiguo Testamento, y yo siempre digo, que para mi la religión y con mas inri mi religión católica no se trata de historietas, que hasta los papas han negado muchas de ellas como las del Antiguo Testamento, sino que para mí la religión católica, muestra una labor social muy grande en nuestro mundo, con su máxima cabeza Jesucristo, el cual nos enseñó y nos transmitió el mensaje de bondad, solidaridad, paz y eso es lo que para mí significa la iglesia católica, con sus máximos exponente durante el S.XX, fueron el Papa Juan Pablo II y la madre Teresa de Calcuta. Ellos son el mayor ejemplo de nuestra creencia, de la imagen de Dios en la Tierra y de lo que Dios pretende, crear un mundo mejor, unido, fuerte y solidario. Y así es como yo pretendo vivir mi vida, dedicada a ayudar y colaborar mano a mano con las personas que peor lo pasan, pero también con las que viven cómoda y holgadamente, y eso es lo que pretendo con la política, esa es mi misión en el mundo, y la voy a llevar a cabo.

domingo, 25 de abril de 2010

Atentado a la democracia.

La izquierda radical, la del NO a la guerra vuelve a la calle pero está vez supuestamente para recordar a los republicanos asesinados en la guerra civil, a favor de la Ley de Memoria Histórica, pero también de paso para echarle una mano al juez Garzón e insultar a la democráciay así esta irresponsable agitación radical la vamos a pagar, y no va ser a un precio barato. Una democracia no puede cuestionar sin costes la legitimidad de su propia estructura legal, porque eso equivale a impugnarse a sí misma. La movilización de la izquierda española contra el proceso a Baltasar Garzón ha rebasado de largo la razonable expresión de un respaldo cívico al juez para alcanzar el paroxismo de un rechazo global a las instituciones de la justicia. El horizonte penal del magistrado del cual su derecho a la defensa está plenamente garantizado y en ejercicio, es ya sólo el pretexto para una exaltada refutación ideológica de las bases del régimen constitucional, de sus principios jurídicos y del pacto social y político que permitió alumbrar la grandiosa transición democrática. En cierta forma constituye la reclamación de un proceso de ruptura que pretende anular los consensos civiles de los últimos treinta años y la legalidad que de ellos se ha derivado. Es decir, del sistema vigente, de sus mecanismos de garantías y de sus equilibrios de poder.
Todo eso no puede resultar inocuo. Un zarandeo institucional de esa clase deja una secuela de desconfianza que no va a recuperarse de cualquier modo. El ataque frontal y simultáneo contra la legitimidad del Tribunal Supremo y del Tribunal Constitucional representa una campaña de desestabilización que afecta al principio de la independencia judicial y de la supremacía de la ley. Desde que Zapatero permitió o alentó una reforma encubierta de la Constitución a través del Estatuto de Cataluña no se había producido en España un cuestionamiento tan grave y profundo de los fundamentos del régimen democrático. Lo que la izquierda está pidiendo en su ofensiva de opinión pública es la abolición de la justicia igualitaria y reglada y su sustitución por una nueva legitimidad de base ideológica. Y eso sucede con el respaldo pasivo de un Gobierno que simpatiza inequívocamente con las pretensiones revisionistas por culpa de un frívolo tacticismo que le lleva a creer en la posibilidad de obtener un rédito político inmediato de la algarada.
Estos días se ha empezado a ver la reacción alarmada de una cierta socialdemocracia responsable. Los Jáuregui, Leguina, Bono y otros han comenzado a advertir del riesgo de esta crecida atolondrada con la que el zapaterismo vuelve a jugar a aprendiz de brujo. Una característica de la posmodernidad política es la creencia de que ante la volatilidad de la opinión pública cualquier maniobra oportunista sale gratis. Error; no se pueden licuar los principios que articulan un pacto de convivencia sin poner en peligro la estabilidad del sistema. Que lo hagan en las calles unos extremistas es preocupante, pero no esencial. Lo crítico es que sean las instituciones las que propicien un clima de desguace de sí mismas.
Y con todo esto aquí seguimos los Almodovar, Almudena Grandes, el asesino Marcos Ana, leyendo manifiestos a favor de Garzón y de los repúblicanos y el asesino Carrillo escribiendo libros y recibiendo galardones. Mientras Falange Española de las JONS, organiza otra manifestación de la misma calaña radical que la de la izquierda, abriendo el cerco de una división en España que gracias a los empujoncitos de nuestro descarrilado gobierno es hoy mas fuerte que nunca y a mí una democrata convencida me duele que en mi país un país democrático y libre como España, la izquierda y la extrema derecha vuelvan a crispar como lo hicieron hace mas de 70 años, y que nuestro gobierno un gobierno constitucional apoye estos actos de la izquierda. Ayer hubo un atentado contra la democracia. Que va a tardar en paliarse, y que si la crisis económica perdura, que va a perdurar no dudo en que esos actos y manifestaciones sean mas seguidos y multitudinarios porque la izquierda quiere ganar las elecciones y para ello tiene que seguir crispando. Sí el pobre Adolfo Suarez, el padre de nuestra democracia viera este espectáculo y fiera consciente de lo que está pasando le daría algo.

sábado, 24 de abril de 2010

El Islam, la religión de la inferioridad de la mujer.

La noticia mas destacada de esta semana ha sido una niña musulmana a la que prohiben ir con velo al instituto y esta excusa ha servido a los musulmanes, siempre integristas, para poner en marcha, manipulando a la adolescente, dePozuelo de Alarcón, una de esas estrategias para ver hasta dónde llega nuestra estupidez y nuestra decadencia. No les ha salido como esperaban, por ahora. Está cambiando el ambiente a la carrera porque la gente percibe que la islamización es un peligro grave y que, encima, se les financia con nuestros impuestos. Y por eso como me encanta invetigar este tipo de fenómenos he puesto en marcha una investigación sobre los países que son repúblicas teocráticas. Hay una foto curiosa en la que aparecen 5 adolescentes musulmanas con el infamante velo que proclama su inferioridad frente al hombre y que acuden con él hasta la puerta del colegio. Todas ellas visten pantalones vaqueros, dos, clásicos, dos, blancos, y uno, rojo. Eso lo pueden hacer porque viven en Pozuelo de Alarcón, no en Sudán por ejemplo. El articulo 152 del Código penal de Sudán establece una pena de 40 latigazos para la mujer por llevar pantalones. Es un artículo vigente. Este año han sido detenidas 20mujeres en su cápital por llevar pantalones. En Irán y Arabia Saudí, el uso del velo es obligatorio y saltárselo se castiga también con latigazos. Existen policías religiosas en ambas naciones que persiguen a quienes osan saltarse el precepto. En un colegio se desató un incendio, y la policía religiosa de Arabia Saudí no permitió que salieran las niñas, porque algunas no tenían velo. Se quemaron. Recientemente, una joven y un joven estaban en un coche, fueron asaltados y ella fue violada por los siete agresores. Ella fue condenada a cien latigazos en aplicación de la sharía porque el tal joven no era ni su padre, ni su marido, ni su hermano. Las mujeres musulmanas no van al colegio, como las adolescentes de Pozuelo, a las que les pagamos entre todos los estudios con los impuestos. No se lo permiten sus familias. En Afganistán, lo tenían prohibido todas. Tampoco podían recibir asistencia médica. Y el uso del burka era obligatorio, a pesar de que es muy vejatorio y también muy insano: pierden visión, la vista, son atropelladas... Las adolescentes musulmanas de Pozuelo habrían sido ya vendidas, en sus naciones de origen, a algún anciano lujurioso. La mayoría de edad de la mujer musulmana se sitúa en los 9 años, porque esa es la edad en la que Mahoma desvirgó a su última esposa, Aysa, con la que se casó cuando la niña tenía 6 años. Miles y miles de niñas musulmanas son casadas a los 9 años. Este mismo mes una murió por desprendimiento vaginal en su ‘noche de bodas’. En muchas sociedades musulmanas se practica de manera generalizada la ablación del clítoris. Una de las adolescentes musulmanas de Pozuelo dice que en España hay democracia “y a la hora de ponerse un velo dejamos de ser iguales”. En efecto, el infamante velo proclama que son inferiores frente a los hombres (padre, marido,hermanos). La hija del imán de Pozuelo dice que quiere usar el velo “por sumisión a su Dios”. Pero nada que ver es por sumisión al manipulador integrista de su padre. Ninguna de las citas coránicas o en los hadices relativas al velo hace referencia a Dios sino al varón. La mujer musulmana es inferior, es propiamente una piltrafa, a la que se debe pegar. Miles de adolescentes vendidas, miles de mujeres sin nariz ni orejas, con ácido en la cara, cientos de miles mutiladas en sus genitales, millones enterradas en vida. Esa es la realidad de las sociedades musulmanas. Lo que les enseñan sus familias a las adolescentes musulmanas de Pozuelo es lo siguiente: “Los hombres tienen autoridad sobre las mujeres porque Alá los ha hecho superiores a ellas” “Las mujeres virtuosas son las verdaderamente devotas, que guardan la intimidad que Alá ha ordenado que se guarde. Pero a aquellas cuya animadversión temáis, amonestadlas, y luego dejadlas solas en el lecho; luego pegadles”, y en sinfía de mensajes enviados por su Dios, que me niego tajantemente a mencionar. Todo esto lo sabe el padre de la niña, marroquí nacionalizado español, presidente del Centro Cultural Islámico de Pozuelo y de la asociación musulmana que regenta la mezquita de Al Gohfran. Como también sabe lo que dice la sura llamada de los Partidos: “¡Profeta! Di a tus esposas, a tus hijas, a las mujeres de los creyentes, que se ciñan los velos. Ése es el modo más sencillo de que sean reconocidas y no sean molestadas”. Este es el mayor ejemplo de que la mayoría de los musulmanes en nuestro país y en las demás democrácias no se integran. Tratan de imponer sus bárbaras e inhumanas costumbres. Pretenden que todas las mujeres pasen a esa situación de inferioridad. Todas las mujeres de España estamos amenazadas por los musulmanes. No dudan en manipular a sus hijas, como ha hecho el imán de Pozuelo. Hay que dejar de financiarles. A la gente que quiera venir a nuestro país a ganarse la vida dignamente porque en su país sus gobernantes no están por la labor de ayudar a sus ciudadanos, están gentes tienen que acostumbrarse y coger nuestras costumbres las costumbres de un país democrático, y no traernos costumbres suyas de países que en pleno Siglo XXI, son los mas parecido a la Edad Media. Tampoco les vamos a pedir que se hagan católicos o que acudan a la iglesia, si pueden seguir perfectamente con su religión, pero con su religión, no con sumisiones ni inferioridades hacia la mujer. Y si aquí uno estatutos de un colegio dicen que no se lleva velo pues no se lleva, si quieren llevar que se vayan a su país que seguro que estarán mas agusto. A las niñas están lo que les han hecho es un lavado de cerebro mas grande que una catedral.

lunes, 19 de abril de 2010

Extremos.

Si, es cierto que existe en España una extrema-derecha, una derecha exaltada, bronquista, terriblemente consevadora y autoritaria, que sabotea con su alboroto ultraconservador el proyecto de una mayoría moderada de centro, pero no resulta menos inquietante el surgimiento de una izquierda extremista y radical que ha cobrado vuelo bajo el impulso complaciente del zapaterismo, cómodo ante cualquier sacudida de agitación que aliente la división frentista y trate de sustituir los consensos de la Transición por una oleada de rupturismo y de discordia civil. Cada vez que ha visto amenazada su hegemonía o embarrancada su gestión al frente del Gobierno, el PSOE de Zapatero ha dado alas a la radicalización política y social con el objetivo de aislar al centro-derecha y alejarlo de cualquier expectativa de regreso al poder. Casi siempre le ha salido bien; desde las algaradas del 13-M de 2004, un día terrible para la historia de nuestra joven democracia hasta la reciente resurrección de los fantasmas del franquismo, la estrategia de la confrontación funciona como catalizadora de demonios históricos que provocan la movilización de izquierdas y nacionalismos en una especie de frente común del que el presidente acaba sacando rentables réditos electorales.
El precio de esta crecida maniobrera del fanatismo ideológico consiste en el arrinconamiento de la moderación a ambos lados del espectro político y el alejamiento de la vida pública del equilibrio en que ha venido funcionando en los últimos treinta años.Aznar diseñó sus proyectos de mayoría sobre el eje de la búsqueda del centro sociológico, del que Zapatero huye para dar paso a una España bipolar con graves costes de convivencia. La liquidación del espíritu fundacional de nuestra democracia no significa sólo el surgimiento de un nuevo relato dominante que remplaza el esfuerzo reconciliador de la Transición contemplada ahora como un pacto vergonzante forzado bajo amenaza de golpe de Estado-por la exaltación de la ruptura pendiente; implica la construcción de un imaginario fundamentalista basado en el bucle melancólico de la legitimidad republicana. Es decir, se trata de abolir el principal logro de la etapa constitucional para volver a un punto crítico caracterizado por el fracaso de la concordia.
El retorno de la radicalidad ha relegado a la izquierda moderada en beneficio de un ruidoso extremismo de fetiches que se apodera de la escena con su efecto de arrastre, buscando -y e consiguiendo un efecto similar en el espejo de la derecha. En este marco de crispación, el prestigio de la serenidad se hace más necesario que nunca para contrarrestar la ofuscación de un desorden intencionado. Por mucha confusión que produzca este griterío inducido, las únicas dos Españas actuales son: la de una inmensa mayoría estable y sosegada y la de unas vociferantes y minúsculas facciones de agitadores oportunistas y revisionistas exaltados. No debemos volver al mito de las 2 Españas enfrentadas las de la Extrema-Izquierda y la de la Extrema-Derecha, debemos unirnos y así construir un fuerte país demócratico, como hizo Suarez en la transición, con la colaboración de su Majesta el Rey, y con la unión de todos los partidos por una democracia. Lo que pasa ahora esque el presdente está en la inopia y cuando sale de ella es para vociferar a sus compañeros de la extrema-izquierda.

sábado, 17 de abril de 2010

Los laicistillas y el velo islámico.

La expulsión de una alumna de un centro público de Pozuelo de Alarcón (Madrid) por acudir a clase con el velo islámico ha generado una polémica artificial que se sustenta en argumentos falsamente progresistas. Resulta sorprendente que en determinados sectores que intentan eliminar el crucifijo de las escuelas defiendan con tanto énfasis la peculiaridad «cultural» del islam en lo relativo al atuendo femenino. Tampoco es lógico que el Ministerio de Igualdad no tenga nada que decir sobre una cuestión que entraña una evidente discriminación hacia la mujer y que se presenta con frecuencia como símbolo de sumisión a la voluntad de los padres y maridos. Esta doble vara de medir demuestra que ciertos ambientes seudoprogresistas sólo se hacen oír cuando el objetivo es denigrar a la Iglesia católica. Por ello, sería deseable un pronunciamiento de Bibiana Aído sobre este asunto, puesto que en muchos países europeos el velo no se considera como una manifestación de singularidad sino como una fórmula discriminatoria que vulnera el principio de igualdad del varón y la mujer ante la ley.
Es muy lógico que la dirección del centro educativo haya decidido aplicar con toda normalidad las reglas generales en materia de uniforme y vestimenta de los alumnos. Las normas son iguales para todos y no hay motivo para cambiar de criterio en función de las circunstancias. Las creencias religiosas no tienen nada que ver con la exhibición pública de signos cuyo significado resulta cuando menos equívoco, ya que es una falacia afirmar que las niñas lo llevan de forma voluntaria sin tener en cuenta la presión que ejerce sobre ellas el ambiente familiar y social. Con todo ello, quedan de manifiesto la incoherencia e incluso el absurdo que muestra el laicismo radical, siempre intransigente cuando está por medio la Iglesia católica, pero en cambio demasiado comprensivo hacia la discriminación cuando se trata del islam. Esto es el mayor ejemplo de la doble vara de medir de la izquierda progresista española, que de progresista no tiene ni un pelo.

viernes, 16 de abril de 2010

El regreso de la izquierda sectaria.

Lo último espectaculos de la izquierda radical no tratan de salvar a Garzón, sino de rescatar a Zapatero. Agarrados al espantajo de Franco como a un fetiche de combate, los socialistas y su red de apoyo han situado el debate político nacional en el punto donde más a gusto se sienten: en la confrontación, el radicalismo, el sectarismo y la discordia. Son expertos de la provocación, que utilizan con grave irresponsabilidad como una eficaz herramienta de marketing. En esa bronca que invoca demonios históricos, las expectativas electorales del PSOE crecen siempre al amparo de una niebla de visceralidades que cubre los defectos y tapa las carencias de una gestión estéril. A falta de soluciones acuden a la trifulca; en ausencia de logros apelan al alboroto para agitar los fantasmas primarios de una izquierda social desencantada. A costa de provocar crispación y desestabilizar las instituciones, dramatizan el efectismo ideológico para disimular un fracaso político.Cada vez que el presidente está en apuros echa mano de las banderas del izquierdismo de barraca. La crisis lo ha dejado sin argumentos,sus medidas para paliarla cada vez son peores y no encuentra el modo de levantar las encuestas, así que ha decidido incendiar los rastrojos del divisionismo, es decir volver a la época de las 2 Españas, eso que siempre han llevado ellos por bandera, y que los demócratas aborrecemos, para movilizar a unas bases sociales cada vez más frías ante su poder de seducción. El espectro del franquismo, funciona siempre como galvanizador de reyertas; simplifica los esquemas y provoca una enorme humareda sociológica. Cuando no hay manera de crear un «marco conceptual» más sofisticado, el zapaterismo dibuja escenarios de brocha gorda.El del retorno de los brujos de la dictadura debería ser un señuelo demasiado burdo en una sociedad que lleva treinta años de sólida democracia, pero por alguna razón relacionada con nuestros viejos atavismos cainitas todavía funciona para aglutinar el entusiasmo de la izquierda exaltada y remover las pasiones de una derecha confusa. Zapatero necesita que sus huestes más radicales sientan hervir la sangre para olvidar el desastre de un gobierno catatónico. Lo va a conseguir; estas historias truculentas de tumbas removidas y siniestros fantasmones emboscados tienen un inquietante poder de sugestión simbólica. El precio de esta frívola estrategia de espiritismo político es el desgaste institucional de la muy denostada justicia y el desprestigio internacional de un país que ya está perdiendo relevancia económica, peso específico e influencia; pero, sobre todo, supone un espeluznante retroceso del clima interno de convivencia. Todo eso lo malbarata el Gobierno a cambio de un par de puntos en los sondeos y una semana más de iniciativa, desviando la atención de los verdaderos problemas de los españoles. Ha soltado a una jauría extremista para intimidar y empequeñecer a la España moderada, que de nuevo nos vemos emparedados entre dos frentes soliviantados. Garzón no es más que el pretexto de un drama artificial destinado a crear coaliciones de rencor y abrir trincheras de resentimiento.

lunes, 12 de abril de 2010

Katym, una masacre escondida durante 50 años.

La muerte del presidente polaco, Lech Kaczynski, y de casi cien personalidades y dirigentes del país que le acompañaban al estrellarse el avión que les llevaba a la ciudad rusa de Smolensk para rendir homenaje a los 22 mil compatriotas asesinados en los bosques de Katyn, ha causado una gran conmoción internacional no sólo por la dimensión de la tragedia, sino también por la maldición que parece ejercer sobre Polonia aquel episodio histórico, el cual ha marcado de manera indeleble la vida de aquel país durante los últimos 70 años. Sin Katyn y la barbarie que encierran sus fosas no se entendería a la Polonia actual, el prolongado sufrimiento de su pueblo, su obstinada lucha contra el comunismo, su abrazo de la fe católica y su permanente desconfianza hacia sus vecinos europeos que le dieron la espalda. No les falta razón a los polacos. Katyn apenas existe para los historiadores europeos, ya no digamos para los libros escolares, ni se los nombra, lo aseguro de primera mano.A pesar de situarse al mismo nivel de ignominia que otras matanzas del siglo XX, desde Auschwitz hasta los gulag, pasando por la Revolución Cultural, en Europa no se le ha prestado atención alguna y la inmensa mayoría de la gente jamás ha oído hablar de ella. Ni que decir tiene que España no es una excepción. Una película reciente, dirigida por el conocido director polaco Andrzej Wajda, nos ha permitido a los más jóvenes descubrir, con estupor, la existencia de esta barbarie del siglo XX que fue celosamente ocultada durante 50 años por el comunismo, culpando a los nazis de tal barbarie. Y aquí es donde los intelectuales, los mandarines culturales y los guardianes del canon ideológico entran en escena, para vergüenza general. Al mismo Stalin que ordenaba a su policía secreta masacrar a 22 mil personas indefensas, prisioneras del Ejército Rojo, los poetas occidentales, con Neruda, Alberti y Sartre a la cabeza, componía himnos en loor del dirigente soviético. Por supuesto, cuanto el Ejército nazi descubrió la masacre, nadie creyó a los alemanes y todos dieron por buena la versión del tirano soviético: que los autores habían sido los esbirros de Hitler. Esta ha sido la versión oficial, universalmente aceptaba por nuestros intelectuales e historiadores, de la masacre de Katyn hasta que en 1990, tras la caída del Muro de Berlín, quedó al descubierto la verdad que tan celosamente se había intentado ocultar y que sólo los polacos sabía sin ningún género de dudas. Fue el propio Gorbachov, con motivo del 50 aniversario de la masacre, quien públicamente reconoció la culpabilidad de Moscú. Veinte años después, hace apenas unos días, Putin pidió perdón por aquell crimen masivo.Pero, ¿quiénes de nuestra intelectualidad, de nuestros historiadores, de nuestros mandarines cuturales serán capaces de admitir su ominoso silencio? Eso también es memoria histórica. Es lamentable que la tragedia del Sábado haya actuado como triste recordatorio de que en Katyn yacen, además de 22 mil polacos salvajemente asesinados, la dignidad de la mayoría de los intelectuales europeos, empezando por los españoles.

Carrillo ese camarada asesino y antidemocrata.

Sin cortarse, sin temblarle la voz Santiago Carrillo cree que "en este país hay un partido, el Partido Popular, que o realiza seria renovación, o debería dejar de ser una alternativa de gobierno, porque un partido que ha llegado al extremo al que ha llegado éste, puede convertirse en un peligro para la democracia". Desde luego, si se trata de la democracia tal y como la ha vivido y practicado Carrillo, espero que tenga razón.El PP es todo lo contrario de lo que Santiago Carrillo cree o ha creído, vive o ha vivido, hace o ha hecho hacer. Protagonista de la historia de España, Carrillo arrastró al estalinismo a las nada demócratas Juventudes Socialistas, se convirtió en agente chequista durante la guerra civil, en promotor de purgas y de asesinatos sin distinguir izquierdas o derechas; rompió con los socialistas más honestos, y ofreció como alternativa al franquismo un régimen de tipo soviético. Para ello, y jamás para traer una democracia, fomentó el terrorismo y la guerrilla (nunca se ha avergonzado de ello), sin jamás dar la cara ni jugarse la vida. Sobrevivió a todos los vaivenes de la URSS por el cómodo procedimiento de estar siempre con los vencedores, y en la llamada Transición consiguió convencer a no pocos de que él y el marqués Berlinguer eran, a fuer de eurocomunistas, demócratas. Nada menos.Si Carrillo ha sido un demócrata o no habría que preguntárselo a algunos de los "viejos camaradas"a los que no cita en su libro. Ellos preferían llamarlo traidor, asesino y cobarde lo que es. Nunca demócrata. Otras opiniones que ni su libro recoge ni ahora pueden consultarse son las de sus víctimas. Las de Paracuellos, por supuesto, donde murieron mezclados miles de demócratas y antidemócratas, pero también otras más olvidadas, como los compañeros asesinados a los que recuerda . ¿Qué memoria histórica le aplicaremos si encuentran tumba anónima de estos, don Santiago?Santiago Carrillo es un viejo criminal de guerra, terrorista y asesino totalitario. Las sucesivas leyes franquistas y finalmente la Ley de Amnistía de 1977 han hecho que sus mayores contribuciones a la historia nacional tengan que permanecer impunes. A diferencia de él, creo que es una buena cosa, porque remover los pozos negros del pasado sólo produce algo que a Carrillo parece gustar: mal olor. Aunque algo va mal si un personaje semejante se considera autorizado a romper (otra vez) las reglas de la convivencia.Las buenas noticias son dos. La primera, que el nonagenario Carrillo ya no está en condiciones de hacer más daño a España, salvo quizás, y poco, con la lengua y con la pluma. La segunda, que se considera en las antípodas del PP: y esto es una magnífica noticia para todos los que queremos un PP alternativo a la corrección política imperante en la España de Zapatero.

martes, 6 de abril de 2010

Artículo de Ignacio Camacho.(ABC).

Aquí subo un artículo de mi columnista preferido Ignacio Camacho, que me parece muy interesante y pienso que tiene toda la razón en lo que escribe en este artículo.

http://www.abc.es/20100406/opinion-firmas/algo-impunidad-20100406.html

Algo más que impunidad.


Cinco reformas en ocho años, más varias en proyecto, prueban que la vigente Ley del Menor es un bodrio incapaz de dar respuestas solventes al cada vez más acuciante problema de la delincuencia juvenil y la inadaptación de los adolescentes a una sociedad capaz de cambiar mucho más deprisa que su ordenamiento jurídico. Las polémicas suscitadas por crímenes espeluznantes cometidos por y contra jóvenes ponen de manifiesto un claro fracaso legal tanto en la prevención del delito como en la satisfacción de la pena, y los continuos casos de reincidencia, chulería o premeditación, los rafitas, carcaños y demás precoces canallas, cuestionan gravemente el candoroso espíritu de reinserción que inspira la filosofía normativa. Quizás haya llegado, pues, el momento de plantearse una enmienda a la totalidad que abandone los retoques motivados por sacudidas de alarma social, los parches legislados a golpe de alboroto de opinión pública, y aborde la elaboración de una ley de nueva planta; un proceso más meditado, menos cándido y más realista que admita los errores de fondo y rectifique de raíz con un planteamiento distinto: un texto que otorgue respeto y dignidad a las víctimas y deje de contemplar a los muchachos contemporáneos, hijos de un orden social tan conflictivo como sofisticado, como si fuesen trasuntos del buen salvaje rousseauniano.
Con todo, ante sucesos como el de la niña de Seseña no basta apelar a los clamorosos fallos punitivos de una legalidad incompetente para tranquilizar la conciencia y ponernos a salvo de cuestiones más complejas que interpelan también nuestra responsabilidad colectiva. La incómoda punzada de contrariedad, repugnancia y espanto que nos suscita el probable homicidio de Cristina Martín no se puede anestesiar con fáciles argumentos de impunidad que olviden la ínfima arquitectura moral que hemos construido para la juventud y la infancia. Podemos consolarnos a través de una superficial solidaridad con el sufrimiento de la familia victimada y una queja retórica sobre la leve punición que sufrirá la presunta agresora. Pero hay en esos sórdidos dramas adolescentes factores mucho más profundos sobre los que solemos pasar de puntillas para no tener que aceptar cuotas de compromiso. La banalización de la violencia, la mitificación de la competitividad, la exaltación mediática de la estupidez, la consagración de la abulia intelectual, la indiferencia por el mérito, la postergación del esfuerzo, el desarraigo familiar y la indiferencia paterna, el aislamiento juvenil en internet y las nuevas tecnologías, el naufragio educativo, el desentendimiento adulto, la ausencia de una estructura jerárquica de valores; todo eso tiene tanto que ver con estos dramas aterradores como esa ley boba, injusta e inútil que trivializa el castigo y casi gratifica el delito. Sólo que resulta más complicado de resolver y mucho menos cómodo de asumir.