lunes, 20 de octubre de 2014

PODEMOS escoge si pasa a formar parte de la casta o no.

PODEMOS ha emprendido este fin de semana el camino para definirse a sí mismo. En su asamblea fundacional, su lider mas conocido y carismático; Pablo Iglesias ha dejado claro que para optar a ser alternativa de gobierno en nuestro país el movimiento necesita, además de un programa lógico y coherente, una estructura tradicional, centralizada y con un secretario general que sería, como no, él. En definitiva, Podemos ha empezado a pasar de aquel fenómeno social que triunfó en las elecciones europeas del 25-M a convertirse en un partido al uso con perspectivas de entrar en las instituciones democráticas nacionales. 
Y eso tiene sus inconvenientes. Como sería, olvidarse de sus irrealizables como lo que ayer se aprobó; una resolución en la que ya no habla del impago de la deuda, algo que, sin duda alguna, sacaría a España de los circuitos de financiación y que haría imposible la consecución de dinero y financiación por parte de nuestro país, pues bien, ahora  proponen una «reestructuración» de la deuda... 
Iglesias quiere darle a Podemos la forma de un partido que se parece a la «casta» que tanto crítica y denigran con un fondo que ya no va contra el sistema, sino que busca integrarse en él, formar parte de él y como no, aprovecharse del mismo. Su contrincante por dirigir Podemos, el también eurodiputado, Pablo Echenique, opta por continuar con sus círculos y por tres portavoces para liderar la organización. 

A partir de hoy se votan resoluciones extraídas de las cincuenta y tantas ponencias presentadas (modelo de organización, vivienda, corrupción, educación, igualdad, jóvenes, etc). Los resultados se conocerán el lunes que viene. Sin embargo, por lo ocurrido dentro y fuera del Palacio de Vistalegre, el debate dominante es el mismo debate dominante en todos los congresos de partido que en España y que en el mundo han sido: el poder. Es decir, quién manda, incluso antes de decidir para qué se manda.
Concretar la utopía en una organigrama y en un programa político es casi imposible. Ahora, los simpatizantes escogerán el camino.

lunes, 6 de octubre de 2014

Es la hora de los politicos de altura.

Para estar a la altura que exigen los diferentes retos —políticos, institucionales, económicos y sociales— de la construcción europea, los líderes de algunos de los países más importantes de la UE necesitan emprender o culminar con urgencia reformas en profundidad. Que Italia, Francia y Reino Unido estén ante el dilema de cómo afrontar con éxito estos cambios da una idea de lo que se juegan los tres países y, por extensión y repercusión, el resto de Europa. Todo ello en un clima de desafección, escepticismo o enfado de los ciudadanos que con frecuencia desemboca en el ascenso de populismos de diverso signo.
Quien teme los odios ajenos no es apto para gobernar, decía Séneca hace dos mil años: la máxima es aplicable ahora, cuando el descontento tiene traducción automática en las encuestas y en las calles, cuando los argumentos complejos se despachan en la polémica mediática con consignas superficiales pero eficaces y cuando las voces más críticas llegan, a menudo, desde las filas propias. Los gobernantes se enfrentan al incumplimiento de sus compromisos, pero también al castigo electoral que surge en ocasiones precisamente por haberlos cumplido.
Ante decisiones de calado, los verdaderos líderes deben prescindir del corto plazo y del cálculo electoral, aunque eso implique costes políticos. La diferencia entre lo que interesa y lo que conviene es la que que separa a un mero gobernante de un estadista, con sangre fría y visión para optar por las medidas necesarias y a la vez explicar claramente a los ciudadanos el objetivo final de sus decisiones.