El fiscal Pedro Horrach, que no
había recurrido la imputación de la
infanta Cristina, solicita ahora unas urgentes diligencias encaminadas a
desvirtuar el auto dictado por el juez
Castro sobre la misma. Se trata de un recurso encubierto bajo la petición
de nuevas pruebas. Formalmente no se presenta como tal, evitando las dilaciones
a que daría origen su tramitación, pero pretende que declaren varios
funcionarios que sacarán al magistrado de las dudas o errores que, en su
consideración, incluye el auto judicial de imputación del pasado 7 de enero.
En su
alegato, el fiscal reconoce que aquí hay asuntos que parecen inmorales como que
la firma “Aizoon”, propiedad al 50% de la Infanta y de su marido, Iñaki
Urdangarin, “repartió dividendos a sus socios camuflados bajo gastos personales
ajenos a la actividad mercantil”; precisando en este caso ministerio público
que eso no es delito, y que por ello no hay caso penal. Y recuerda también que
el Instituto Nóos y todas las sociedades mercantiles que giraban en torno al
mismo estaban destinadas a “consumar la apropiación de fondos públicos
percibidos por el citado Instituto”. Sin embargo, aporta argumentos técnicos
con los que intenta precisar que o bien sus actividades no son responsabilidad
de la infanta o no hay delito en ellas.
Como todos
sabemos el término legal “imputación”, no implica acusación formal, sino la
justificación de las razones por las que un juez cree preciso tomar declaración
a una persona asistida de abogado. En todo caso, los argumentos de fondo del
fiscal quedan enmarañados en las acusaciones que vierte contra el juez: le
atribuye ser menos riguroso que la Agencia Tributaria; le presenta como un
desconocedor de materias fiscales y contables; y le dice que se ha dejado
llevar por una “teoría conspiratoria”. Si el fiscal cree que estamos ante una
conspiración, la sociedad debería conocer los elementos en los que se basa para
lanzar esa sospecha.
También hay que reseñar que es totalmente
comprensible que la Infanta requiera medidas de seguridad distintas de otras
personas llamadas a la hora de declarar, y cabe suponer y es de esperar que el
Poder Judicial lo tendrá en cuenta a la hora de organizar esa comparecencia.
Porque
más allá del paseíllo o de la comparecencia de una infanta de España lo
importante aquí es clarificar qué pasó y
a quién deben atribuirse las responsabilidades por lo ocurrido en el Instituto
Nóos y en sus sociedades pantalla. La igualdad ante la ley no se favorece con
esos intentos de hacer ruido en torno al proceso, en vez de llevarlo a término
de una vez.
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