lunes, 24 de marzo de 2014

Gracias y hasta siempre, PRESIDENTE.


Con Adolfo Suarez desaparece una figura clave de la Historia de España, uno de los grandes, el hombre que fue capaz de dirigir a España desde un régimen autoritario a un modelo de democracia plena en un tiempo récord y hacerlo en paz; sin medrar violencia ni división, sino consenso y unión. 
Adolfo Suárez logró elevar el consenso a categoría política hasta establecer los acuerdos necesarios para que España se convirtiera en una democracia de hecho a partir del 15 de junio de 1977, día en que se celebraron las primeras elecciones libres de los últimos 40 años. Esa disposición para el pacto estuvo en la base de la España que se construyó entonces, y que permitió que las fuerzas políticas de todas las ideologías estuvieran presentes en la constitución de las primeras Cortes democráticas, en julio de 1977, y en la elaboración de la Constitución, que fue la primera de la Historia de España que se hizo con el acuerdo de todas las formaciones con representación parlamentaria.
Esos fueron, entre otros muchos, los grandes aciertos del hombre que nos dejó ayer físicamente, pero que siempre estará en nuestra memoria, aciertos de importancia indiscutible.
La muerte del hombre que condujo con un éxito sin precedentes al país de la dictadura a la democracia llega en un momento en el que el modelo de Estado que él puso en pie se muestra agotado en muchos aspectos. El consenso entre las fuerzas políticas sobre las cuestiones básicas ha desaparecido. Las pretensiones de los independentistas catalanes para desgajarse de España parecen haber acabado con el espíritu de lealtad constitucional que alumbró la Constitución. Incluso la Monarquía, que jugó un papel decisivo en la Transición que pilotó Suárez, vive las horas más bajas desde que fue instaurada a la muerte del general Franco. La España actual no es de ningún modo la que él soñó, ni siquiera la que llegó a poner en pie. Por eso, el recuerdo de su obra es hoy más vivo e hiriente que nunca. Ahora el país está de nuevo necesitado de líderes con visión de Estado y de futuro, como siempre, pero también de hombres y de mujeres que sean capaces de colocar el interés de España por encima del de sus formaciones políticas. España necesita, como entonces, políticos que respeten la lealtad institucional y que sean capaces de caminar hombro con hombro para conducir al país a unos paisajes más favorables de los que ahora le rodean, porque hay otra forma de hacer política. No me refiero a la repetición de las acciones que pertenecen a una época y unas circunstancias irrepetibles, sino de la recuperación de las actitudes y de los talentos y talantes básicos que encarnó Suárez y que compartieron los líderes de su tiempo. 
Esa fue una de las enseñanzas de Adolfo Suárez que han quedado en el olvido: la superación voluntaria de las diferencias ideológicas para trabajar por un objetivo superior que incluya el interés de todos los españoles; la renuncia a las pretensiones propias para encontrar un espacio común de acuerdo. Para eso hace falta la valentía que en muchos momentos de su vida demostró Suárez.
Con él se va la manera más noble de hacer política y de servir a España. Descanse En Paz, PRESIDENTE.
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