sábado, 5 de abril de 2014

Valiente, buena y necesaria reforma de la LOPJ.

Ayer el consejo de ministros aprobó el anteproyecto de reforma  de la Ley Orgánica del Poder Judicial que fue presentada en la rueda de prensa posterior al mismo. 
Esta reforma supone una modificación clara y sustancial de las estructuras de la Justicia en España. Con dos objetivos muy claros: dar mayor agilidad al sistema judicial y ganar en seguridad jurídica, los dos grandes problemas endémicos de nuestra Administración de Justicia.
En primer lugar la nueva norma elimina las Audiencias Provinciales y crea los Tribunales Provinciales de Instancia, esto supone modificar sustancialmente el funcionamiento de los juzgados, de forma que tanto en la instrucción como en la fase de juicio, los magistrados se repartirán proporcionalmente los casos.. Es, sin duda, un paso en la buena dirección que permitirá una distribución más equitativa del esfuerzo, lo que redundará en mayor rapidez y en un beneficio para el ciudadano. Además, la ley declara hábil el mes de agosto para evitar la paralización de los tribunales en el período estival. Otra importante novedad es que los casos particularmente complejos que lleguen a cualquier unidad judicial y todos los que se investiguen en la Audiencia Nacional serán instruidos de forma colegiada por tres jueces. Esto acabará por fin con la figura del juez estrella, y la consecuente focalización de la presión sobre su persona, esa medida puede contribuir a agilizar la investigación de macroprocesos en los que son necesarias múltiples diligencias.
Una de las medidas que pueden ser objeto de polémica de esta reforma es la de otorgar la condición de aforados a la Reina y a los Príncipes. Medida que a mi modo de ver es acertada y necesario pues es ilógico que cualquier diputado o senador sea aforado y no el heredero de la Corona.
Por otra parte, la decisión de dar carácter vinculante a la doctrina del Tribunal Supremo es igualmente oportuna. La seguridad jurídica a que dará lugar redundará a buen seguro en una menor litigiosidad.
La nueva ley Orgánica del Poder Judicial es una apuesta valiente que acude a la raíz de problemas crónicos y será un instrumento para modernizar  y descolapsar la Administración de Justicia, algo que tanta falta hace.

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