Ayer comenzaron en Washington las negociaciones entre la UE y EEUU para llevar a cabo un Acuerdo de Libre Comercio entre las dos partes del Atlántico, esperandose que concluyen a finales del próximo año coincidiendo con
el término del periodo de la actual Comisión Europea y las elecciones
legislativas parciales en Estados Unidos.
Si se llega a cerrar un lo más amplio posible sus consecuencias no serán solo
comerciales o económicas, sino de enorme trascendencia geopolítica: La imparable emergencia de la super potencia China y sus vecinos del pacífico, podría ser equilibrada con un reforzamiento de la alianza
atlántica basada en la realidad tangible de que Europa y Estados Unidos
juntos suponen hoy en día el 50% del comercio mundial. Las
expectativas oficiales cifran en un aumento del 1% anual del PIB
europeo, unos 120.000 millones de euros hasta el año 2027, los
beneficios del acuerdo. Ello supondría un ingreso adicional de 545 euros
para cada familia anualmente. Los beneficios para Estados Unidos serían
aún mayores.
Este gran pacto transatlántico comercial, incluirá, además de la eliminación de aranceles aduaneros, la armonización de
los estándares regulatorios en las telecomunicaciones, la energía, la industria
manufacturera, los automóviles. etc, etc.
Pero, de nuevo, el gran desafío del acuerdo es sobre todo de naturaleza
política. Se trata no solo de la capacidad de los países occidentales de
poder influir en los estándares de producción y en definitiva de
calidad de vida de los ciudadanos en del globo, sino de
lograr que la democracia se reafirme frente a las tendencias
autoritarias de determinados países emergentes o las dudas que suscitan
algunas primaveras árabes. El desafío es también poder extender el
acuerdo comercial y sus beneficios a los vecinos, como Canadá y México.
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