Estados Unidos ha cerrado de nuevo en falso, como ocurrió el
pasado enero, la crisis presupuestaria que amenazaba
con provocar su insolvencia, con un pacto parlamentario in extremis entre demócratas
y republicanos, fruto del cual el Gobierno federal dispone de dinero hasta el 15 de enero
y el techo de la deuda ha sido elevado hasta el 7 de febrero del próximo y
cercano 2014, por ello esta pugna en el Congreso amenaza con repetirse a
comienzos de año, pues los congresistas de ambos
partidos se han comprometido en hacer en menos de dos meses el presupuesto del
gobierno federal para la próxima década.
Podría
pensarse que el oxígeno de último minuto que permite al país más importante del
mundo seguir atendiendo sus obligaciones económicas representa una victoria
para el presidente Obama y su partido. No es tal. Si para los republicanos su
gestión de la crisis ha resultado lamentable, como demuestra su caída en picado
en las encuestas de los últimos días, los demócratas, ganadores del asalto,
pero no de la guerra, no sacan nada en claro: Ni han cedido en nada relevante
ni obtienen nada significativo. El acuerdo del Congreso pasa por encima de los
problemas de fondo de la superpotencia, pues no ha sido más que un parchead que
no deja en claro el futuro económico de la superpotencia y mucho menos que su papel
en el mundo seguirá siendo tal.
La votación del Congreso en la noche del miércoles muestra a
un partido republicano en guerrilla, pero absolutamente desafiante en la deriva
de una de sus facciones hacia el fundamentalismo; casi el 40% de sus senadores
y cerca de dos tercios de sus representantes votaron contra el compromiso. Una
formación que, bajo el creciente hechizo del Tea Party, amenaza con romper la
baraja cada vez que le disgusta una iniciativa gubernamental.
Pero claramente quienes pierden con esta polarización de la política son
los americanos que han ven como el acuerdo de última hora solo es una solución
temporal y no resuelve los temas fundamentales de
gasto y déficit, que ven como su país recurre y recurre al endeudamiento y como
la reserva federal emite estímulos sin ton ni son, endeudando a generaciones
enteras, mientras el ciudadano de a pie sufre una merma en servicios básicos y
derechos fundamentales, además de ver como su nación pierde la
condición de única superpotencia, en buena medida garante de la estabilidad económica
mundial, pues esto es incompatible con esta sucesión de episodios destructivos,
fruto de un antagonismo político que desafía el sentido común.
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