El Estado de Derecho ha suspendido de funciones al juez Garzón hasta que la justicia decida si ha aplicado de forma torticera las leyes a cuyo servicio se debe. Ésta es la única realidad objetiva del monumental alboroto político y mediático que ayer llegó a encabezar las redes sociales de Internet. Alboroto legítimo: las interpretaciones sentimentales incluso las ideológicas, porque la ideología surge a menudo de los sentimientos y forma parte de ellos, no tienen por qué atenerse a la lógica jurídica. Pero la lógica judicial sí ha de abstraerse de la influencia emotiva: por no hacerlo está procesado el magistrado más famoso de España, al que el sistema ha tratado con la más escrupulosa de las garantías. Garzón ha tenido oportunidad de acogerse a todos los recursos que le permite el derecho procesal asique que no se quejan los alborotadores, y continúa amparado por la presunción de inocencia. No ha sido declarado culpable; simplemente suspendido de su ejercicio jurisdiccional hasta que su caso se sustancie en un juicio justo.
Todo ese complejo mecanismo jurídico desaparece en la esfera política y social soslayado por la pasión de algunos. Ahí se impone la potencia esquemática de la propaganda, tanto más eficaz cuanto más simple resulte su formulación retórica. Lo que importa es que el efecto argumental solidifique los prejuicios con una explicación lineal, somera y sin matices. Dicen que, Garzón ha sido sancionado por tratar de investigar los crímenes del franquismo en un país cuyas estructuras permanecen dominadas por los herederos de la dictadura. Una interpretación más falsa que sesgada, más embustera que parcial, pero dotada de la retorcida efectividad de la propaganda comecabezas que Lenin, Goebbels y otros estrategas de la demagogia atribuían a la repetición de la mentira, capaz de moldear una realidad ficticia con enorme poder de divulgación creativa. Una maquinaria implacable para crear estados artificiales de conciencia colectiva.
Contra esa eficacia aplastante, contra ese arrollador dispositivo de energía simbólica, la justicia no tiene más antídoto que el ejercicio de su independencia soberana, blindada a la influencia de la opinión pública desde la que Garzón, habilísimo manipulador de resortes emocionales y de efectismos publicitarios, ha trazado parte de su estrategia defensiva. No encontrará el aparato judicial un ápice de comprensión en el agitado bando que cuestiona sus decisiones como fruto de una conspiración pervertida. En el plano del debate político y la agitación mediática no tiene una sola baza persuasiva. Sólo dispone de la convicción en las bases de su propia legitimidad como poder democrático, que son las que fundamentan su ejercicio. Derecho contra propaganda, verdad jurídica contra falsificación política. Estado de leyes contra estado de opiniones; un interesante pulso que mide la firmeza de los principios de la democracia frente a su espejo de reacciones públicas.
Ese teatrillo que realizan ayer a las puertas de la Audiencia Nacional es otro ejemplo de demagogía pura y dura, lleno de propaganda mentirosa, querían dar lástima o no se que y ahí están, manipulando. Si el juez Garzón se va o no a La Haya, todavía está por decidir, aunque ayer a la misma hora que esos demagogos llantos brotaron en la Audiencia era seguro que se iría, entonces si es lo quel ha pedido y quiere, que es irse a La Haya, donde se sentirá un Dios, puesto que allí en la Corte Penal Internacional se investiga lo que a él le gusta los crimenes contra la humanidad(genocidio, crimenes de guerra y de lesa humanidad. la esclavitud, el apartheid, el exterminio, los asesinatos, las desapariciones forzadas, las torturas, los secuestros y el delito de agresión, el terrorismo), investigaciones que se hacen en La Haya de las que yo estoy que conste, muy orgullosa de que se juzguen a tiranos que hacen daño a sus pueblos y a sus ciudadanos, y que esta corte sirve para que esos crimenes contra la humanidad acaben desapareciendo. Asique no entiendo porque lloran y porque esos gritos y esos insultos hacia mi partido, el Partido Popular, un partido que no tiene nada que ver en las decisiones del Poder Judicial, puesto que en este país, aunque con lo del estatuto catalán no lo parezca, hay separación de poderes.
Estos que tan demócratas se dicen y tanta libertad buscan, los que defienden a Garzón, son los mismos que atentan dia si, dia también, contra el estado de derecho y atacan e insultan al partido de la oposición, por ser un partido de centro-derecha, demócratico, que cree en la libertad.
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