lunes, 24 de mayo de 2010

Un discurso desquebrajado de pies a cabeza.

La necesidad de subir su ego y su autoestima llevó ayer al presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, a defender en Elche, en un acto de partido, el recorte social aprobado el pasado jueves por el Consejo de Ministros. Su discurso buscó ante todo lavar la conciencia de una izquierda aturdida por unas medidas anticrisis que se llevan por delante el programa social del Gobierno desde 2004 año en que Rodríguez Zapatero heredó unas cuentas públicas saneadas y ha conseguido dilapidar en poco tiempo el esfuerzo de muchos años. Sin embargo, también hay que atribuir una cuota de responsabilidad a determinadas comunidades autónomas y ayuntamientos, que han impulsado obras inútiles e infraestructuras innecesarias. Ahora tenemos museos y auditorios que apenas tienen público y estadios «olímpicos», como el de Sevilla, donde nadie hace deporte. Todo ello, por supuesto, bien adornado con carteles al servicio de la propaganda gubernamental. El Estado del bienestar se resquebraja, pero los poderes públicos continúan siendo incapaces de formular un verdadero plan de austeridad porque el Gobierno sigue empeñado en cargar la factura del despilfarro sobre la espalda de las clases medias. Estamos en situación de emergencia económica y ha llegado la hora de poner coto a los dispendios inútiles. Pensionistas y dependientes se han convertido en las evidencias de que la agenda más progresista de Zapatero se basó en una inflación de gasto y promesas que no han resistido la crisis de la que fue advertido y no hizo caso. Ahora, la izquierda necesita saber qué tiene qué defender y a quién, porque este recorte del gasto social, más el incremento del IVA a partir del próximo mes, lo van a sufrir las clases medias y trabajadoras. Por eso, aunque no le guste, el PSOE sí tiene que aceptar lecciones sobre políticas sociales eficientes y sostenidas, como lo fueron aquellas que heredó en 2004 y que creyó que serían imperecederas. Habrá más actos como el ayer en Elche, porque al Gobierno aún le quedan dos años de mandato, que no van a ser, en absoluto, los de esa recuperación en la que confiaban sus estrategas para volver a ganar en 2012. El Gobierno y el partido que lo sustenta están atenazados porque la sociedad no confía en sus decisiones. El problema del PSOE es que ha empezado a dudar también del Gobierno. Aunque Rodríguez Zapatero lo llame «responsabilidad», realmente su Ejecutivo ha derogado no sólo su programa electoral de hace dos años hecho por supuesto sin atención a la crisis que ya había, sino también el análisis político que hizo el presidente del Gobierno cuando recibió a Rajoy en La Moncloa, hace unas semanas. Por eso, el PSOE no sabe si la reducción drástica del déficit es perjudicial para el crecimiento, como dijo Zapatero al replicar a Rajoy, o es un acto de responsabilidad para iniciar la recuperación, como dijo ayer en Elche. Esta contradicción contamina todos los llamamientos del Gobierno a la colaboración del PP, porque a Rajoy se le ha pedido que apoye una cosa y su contraria: una política de gasto público expansivo y, ahora, una política de recorte de derechos sociales e inversión pública.
Ayer Zapatero parecía un predicador de los de los primeros siglos, que les transmitía el mensaje a sus seguidores para que estos lo fueran retransmitiendo por todos los lugares y mas gente se uniera a su movimiento.
El discurso del Gobierno es agónico y se lo está traspasando al PSOE. La crisis económica, pero también la política y la social, han hecho aflorar la inadaptación del socialismo para gobernar España en momentos convulsos.

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